Racionalismo de René Descartes

Racionalismo de René Descartes


     El término “racionalismo” tiene un significado muy amplio. En general, llamamos racionalista a toda posición filosófica que prima el uso de la razón frente a otras instancias, como la fe, la autoridad, la vida, lo irracional o la experiencia empírica. El racionalismo propone a la razón como única fuente de la verdad, contrariamente a lo que afirma el dogma de la fe, y de lo que nos revelan los sentidos o la imaginación, que puede ser dudoso. Asimismo, atribuye al hombre habilidades innatas que le permiten encontrar una explicación para todas las cosas. El fundamento de esta afirmación es el supuesto de que la mente del hombre posee la imagen de la totalidad de lo que existe y no reconoce diferencia entre el ser y el pensar.

     Sin embargo, a pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el término “racionalismo” se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con Descartes, desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. La respuesta de Descartes es que para hallar la verdad es necesario un método que no permita ninguna duda, porque la capacidad de la mente no alcanza. Las matemáticas pueden ser un método, mediante el uso del proceso deductivo, a partir de axiomas, porque el método matemático garantiza los resultados y no puede haber errores.

     De este modo, Descartes desarrolla un método único para encontrar la verdad universal para todas las ciencias, el método de la duda. Dudar de todo lo que no tenga evidencia científica. Para Descartes, la filosofía es la búsqueda de los principios y abarca todo lo que el hombre puede saber; y la base es la metafísica.

     El método cartesiano se inspira en las matemáticas y consta de cuatro reglas principales:

1) regla de la evidencia, o sea no admitir nada como verdadero sin evidencia. La condición de lo evidente son las ideas claras y distintas que sólo se pueden conocer por intuición, que es la que suministra los principios fundamentales, mientras que por medio de la deducción se infieren las conclusiones ciertas a partir de esos principios.

2) regla del análisis. Una vez que tenemos las ideas claras y distintas, se analizan para encontrar los elementos básicos, como la figura, la extensión y el movimiento.

3) regla de la síntesis, la necesidad de ir de lo más simple a lo más complejo.

4) regla de la enumeración, que exige revisiones generales que aseguran no haber omitido nada.


Teoría de la selección natural por Charles Darwin

     Tras su regreso a Inglaterra en 1836, Darwin comenzó a recopilar sus ideas acerca del cambio de las especies en sus “Cuadernos sobre la transmutación de las especies”. La explicación de la evolución de los organismos le surgió tras la lectura del libro “Ensayo sobre el principio de población (1798)” del economista británico Thomas Robert Malthus, que explicaba cómo se mantenía el equilibrio en las poblaciones humanas. Malthus sostenía que ningún aumento en la disponibilidad de alimentos básicos para la supervivencia del ser humano podría compensar el ritmo de crecimiento de la población. Este, por consiguiente, sólo podía verse frenado por limitaciones naturales, como las hambrunas o las enfermedades, o por acciones humanas como la guerra.

     Darwin aplicó de inmediato el razonamiento de Malthus a los animales y las plantas, y en 1838, había elaborado ya un bosquejo de la teoría de la evolución a través de la selección natural. Durante los siguientes veinte años trabajó sobre esta teoría y otros proyectos de historia natural. Darwin disfrutaba de independencia económica y nunca tuvo necesidad de ganarse la vida.

     Darwin hizo pública su teoría por primera vez en 1858, al mismo tiempo que lo hacía Alfred Russel Wallace, un joven naturalista que había desarrollado independientemente la teoría de la selección natural. La teoría completa de Darwin fue publicada en 1859 como "El origen de las especies por medio de la selección natural". Este libro, del que se ha dicho que "conmocionó al mundo", se agotó el primer día de su publicación y se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas.

     En esencia, la teoría de la evolución por selección natural sostiene que, a causa del problema de la disponibilidad de alimentos descrito por Malthus, los jóvenes miembros de las distintas especies compiten intensamente por su supervivencia. Los que sobreviven, que darán lugar a la siguiente generación, tiende a incorporar variaciones naturales favorables (por leve que pueda ser la ventaja que éstas otorguen), al proceso de selección natural, y estas variaciones se transmitirán a través de la herencia. En consecuencia, cada generación mejorará en términos adaptativos con respectos a las anteriores, y este proceso gradual y continuo es la causa de la evolución de las especies. La selección natural es sólo parte del amplio esquema conceptual de Darwin. Introdujo también el concepto de que todos los organismos emparentados descienden de antecesores comunes. Además, ofreció un respaldo adicional al antiguo concepto de que la propia tierra no es estática, sino que está evolucionando.


                          

Conflicto con el mito bíblico

     El mito sería, en tal caso, un juicio u opinión metidos sobre algún hecho o realidad concreta. Sin embargo, los propios griegos llegaron a asociar los mitos con relatos en los que se refería a algún hecho portentoso del pasado donde lo divino había entrado en contacto con lo humano. Y es sin duda en esta perspectiva que deben entenderse los mitos bíblicos. A juicio de la teología actual, un mito bíblico sería un relato con el que se pretende expresar alguna realidad o actuación divina expresada con lenguaje humano.

¿Son los mitos cuentos o leyendas?

     Así se ha pensado en algunos círculos durante mucho tiempo. Tanto que acreditados teólogos del siglo pasado, al comprobar el fondo mítico de numerosos relatos bíblicos invitaron a eliminarlos, ya que cuanto contenían había sido inventado -así pensaban- por la delirante fantasía de los autores sagrados. Hoy en cambio no se piensa igual, la teología actual descubre un sin fin de relatos míticos en la Biblia, pero invita no tanto a eliminarlos cuanto a interpretarlos de acuerdo a la forma actual de entender al hombre y a Dios. Este empeño por interpretar cada uno de los mitos bíblicos se basa en la convicción de que no son cuentos o leyendas con los que entretener o moralizar a los lectores.
Cada mito contiene alguna verdad que se desea transmitir al hombre. El significado de tales verdades no ha variado. Lo que sí se ha de interpretar con criterios de hoy es la forma como presenta el mito cada verdad.

     Por lo tanto, no es válido el eliminar los mitos cual si se trataran de fábulas o simples cuentos. Tampoco procede entenderlos al pie de la letra, pues la forma como presentan las verdades divinas no se ajusta en absoluto a las normas de la historia como las entendemos hoy.

     Podría incluso decirse que, en cierto modo, detrás de cada mito se esconde alguna realidad relacionada con la historia. Pongamos un ejemplo:

Cuando el autor del Génesis describe el diluvio universal lo hace de forma tal que el mito impone su ley. ¿Cómo pensar, en efecto, que las aguas cubrieran hasta los montes más altos? Hoy sabemos que esto analizado desde una perspectiva histórica resulta inadmisible. Sin embargo, visto el relato con óptica mítica, no deja de resultar fascinante.

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