Isaac Newton y la ley de la gravitación universal:
El matemático y físico inglés Isaac Newton en el
siglo XVII estableció que La
gravitación es la fuerza de atracción mutua que experimentan los cuerpos por el
hecho de tener una masa determinada. Al igual¸ Newton desarrolló para su
formulación el llamado cálculo de fluxiones (lo que en la actualidad se conoce
como cálculo integral).
Isaac Newton explicó las leyes
de Kepler y, por tanto, los movimientos celestes, a partir de la existencia de
una fuerza, la fuerza de la gravedad, que actuando a distancia produce una
atracción entre masas. Esta fuerza de gravedad demostró que es la misma fuerza
que en la superficie de la Tierra denominamos peso.
Newton demostró que la fuerza
de la gravedad tiene la dirección de la recta que une los centros de los astros
y el sentido corresponde a una atracción. Es una fuerza directamente proporcional
al producto de las masas que interactúan e inversamente proporcional a la
distancia que las separa. La constante de proporcionalidad, G, se denomina
constante de gravitación universal y cuyo
valor, determinado mediante experimentos precisos, es de:
G = 6,67384*10-11 N*m²/kg².
G = 6,67384*10-11 N*m²/kg².
Newton consiguió explicar
con su fuerza de la gravedad el movimiento elíptico de los planetas. La fuerza
de la gravedad sobre el planeta de masa m va dirigida al foco, donde se halla
el Sol, de masa M, y puede descomponerse en dos componentes:
Existe una componente tangencial (dirección tangente a la curva elíptica) que produce el
efecto de aceleración y desaceleración de los planetas en su órbita (variación
del módulo del vector velocidad)
La componente normal,
perpendicular a la anterior, explica el cambio de dirección del vector
velocidad, por tanto la trayectoria elíptica. En la figura adjunta se
representa el movimiento de un planeta desde el afelio (B) al perihelio (A), es
decir, la mitad de la trayectoria dónde se acelera. Se observa que existe una
componente de la fuerza, la tangencial que tiene el mismo sentido que la
velocidad, produciendo su variación.
A
partir de consideraciones como ésta es posible deducir una de las leyes de
Kepler (la tercera), que relaciona el radio de la órbita que describe un cuerpo
alrededor de otro central, con el tiempo que tarda en barrer el área que dicha
órbita encierra, y que afirma que el tiempo es proporcional a 3/2 del radio.
Este
resultado es de aplicación universal y se cumple asimismo para las órbitas
elípticas, de las cuales la órbita circular es un caso particular en el que los
semiejes mayor y menor son iguales.
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